El Banco Mundial
Por Antonio Montero y Juan José Nájera, de la Universidad Rey Juan Carlos.
Al escribir una entrada sobre el Banco Mundial (o, dicho con más propiedad, sobre el Grupo del Banco Mundial) es inevitable que asome una sonrisa por la comisura de los labios. Y es que al observar sus actuaciones los occidentales no podemos evitar constatar, no sin cierto orgullo, que al fin y al cabo somos solidarios con los más desfavorecidos, aunque sea desde el salón de nuestra casa o, en este caso, desde el mismísimo cielo (de Washington).
El Banco Mundial nació, como la mayor parte de las instituciones que aún rigen nuestro sistema económico global, a raíz de las reuniones que tuvieron lugar en Bretton Woods en 1944, cuando ya se vislumbraba el final de la Segunda Guerra Mundial.
En aquel momento, junto al Or… perdón… el Fondo Monetario Internacional, nació el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), con el objetivo de contribuir a la reconstrucción de una Europa en ruinas. Afortunadamente, este objetivo no tardó en estar cumplido en mayor o menor medida, por lo que se dio paso a nuevos objetivos más ambiciosos, vinculados con la explícita misión de “combatir la pobreza con pasión y profesionalidad para obtener resultados duraderos, y ayudar a la gente a ayudarse a sí misma y al medio ambiente que la rodea, suministrando recursos, entregando conocimientos, creando capacidad y forjando asociaciones en los sectores público y privado”.
De este modo, el Grupo del Banco Mundial podría equipararse con una cuadrilla de modernos ángeles de la guardia que ayudan a poner en marcha acciones orientadas al desarrollo de países con dificultades económicas. Estas acciones se canalizan a través de préstamos de bajo interés, que van desde financiación para proyectos específicos (generalmente, asociados a grandes infraestructuras), para potenciar sectores enteros de una economía, para reestructurar las instituciones de un país o para poner en marcha medidas de ajuste estructural de la economía de un país. Además, el Banco Mundial presta su asesoría a estos países, para contribuir a su desarrollo sostenible.
Para este trabajo se necesita, sin duda, algo más que un Banco. Y por eso, el Grupo del Banco Mundial cuenta entre sus filas con el mencionado BIRF, que actualmente orienta su apoyo a países de ingresos medios o países pobres que disponen de capacidad crediticia; la Asociación Internacional de Fomento (AIF), que apoya a los países considerados más pobres; la Corporación Financiera Internacional (IFC), que trata de apoyar el desarrollo económico a través de la garantía y apoyo financiero a empresas privadas; el Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones (MIGA), que ofrece garantía contra riesgo país de carácter no económico; y Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI), herramienta de conciliación y arbitraje al servicio del grupo.
De este modo, el Banco Mundial se financia mediante emisiones de bonos de alta calidad crediticia a los mercados (mayoritariamente para inversores institucionales), cargando un pequeño diferencial a prestatarios que no podrían acceder a estos recursos en dichos mercados. Salvando todas las distancias, viene a ser lo que nuestro FROB hace con las instituciones financieras que pueden tener dificultades para acceder a fondos a un precio razonable en los mercados de financiación.
Los resultados pueden verse en el Informe Anual del Banco Mundial, que relata la situación financiera de la institución, así como su contribución al desarrollo de muchos países. Cabe reseñar, en este punto, que el Banco Mundial está, como cualquier persona o institución de bien, comprometido con el logro de los Objetivos del Milenio.
En el debe del Banco Mundial se podrían situar algunas quejas sobre la actuación de las organizaciones privadas apoyadas, que en ocasiones se han podido oponer a los intereses de poblaciones indígenas o pequeños agricultores, incluyendo desplazamiento de decenas de miles de personas; o la política de concesión o denegación de préstamos a regímenes dictatoriales y democráticos, siendo uno de los casos más ampliamente comentados el de Allende frente a Pinochet.
No obstante, más allá de errores del pasado, negar la contribución del Banco Mundial al desarrollo económico es como negar el apoyo del Fondo Monetario Internacional a la vigilancia de la economía mundial. En un entorno económico como el actual, los dos mellizos de Washington son instituciones claves para hacer de nuestro mundo algo más justo, más razonable y, si se puede decir, más global.
NOTA DE LOS AUTORES: Recientemente, el FMI ha echado la vista atrás para reconocer los errores del pasado. Cuando el FMI dice pasado, se refiere a su pasado Director Gerente, el Sr. De Rato.
Honestamente, no es fácil determinar qué ejercicio habla peor del que lo realiza: no saber reconocer a tiempo la magnitud de una crisis que ha apisonado a gente tan cabal como los directivos de Lehman Brothers, Gordon Brown o, en menor medida, Obama o gran parte de nuestra clase dirigente; o necesitar un par de años y, quizás, de estudios (y alguna pequeña dotación económica), para poner en evidencia que los que ya no están, torpes ellos, se equivocaron.
Nosotros no somos el Oráculo de Delfos, pero los posos de nuestro café ya apuntaron, de una manera distendida y relajada, a esos errores. Perdonables: al fin y al cabo, nosotros también nos habríamos equivocado.
Por cierto, ¿quién dirigía el FMI en julio de 2009?
http://www.expansion.com/2009/07/08/economia-politica/1247058551.html.
Una pista… no era un español. Casi acierta… le ha faltado un pelo.
Nos vamos a buscar un árbol caído, que hace frío.
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