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A fondo

La Deuda Pública Española

22 mayo, 2012

Últimamente parece que sólo recibimos malas noticias. Hace 2 semanas Standard & Poor’s revisó a la baja el rating de 16 entidades financieras españolas -entre ellas BBVA y Santander-, que justificó al entender que «la rebaja de calificación soberana tiene implicaciones directas negativas en las calificaciones para los bancos«. Efectivamente, las desgracias nunca vienen solas, esta revisión se produjo una semana después de que la agencia de calificación rebajara en dos escalones el rating de España al entender –también- que existen «riesgos significativos con respecto al crecimiento económico y a la ejecución presupuestaria» y que podría repercutir negativamente en la calidad crediticia de España.

A estas rebajas hay que añadir la que la agencia Moody’s hizo a finales de la semana pasada. Recortó entre uno y tres escalones la calificación de 16 entidades financieras españolas concluyendo una revisión del sistema que había comenzado a mediados de febrero. Moody’s atribuyó esta rebaja “a las condiciones adversas de la economía española”, de nuevo en recesión, la menor solvencia de la deuda soberana, el «rápido» deterioro de la calidad de los activos de estas entidades y la menor capacidad de estas empresas para financiarse en el mercado. Aunque la agencia no olvidó mencionar algunas «tendencias positivas» dentro del escenario financiero español como el aumento de las provisiones de bancos y cajas, el aporte de liquidez por parte del Banco Central Europeo y las medidas de apoyo, actuales y futuras, del gobierno de España.

En este contexto parece obligado reflexionar sobre algunos temas asociados a la deuda pública de España que tantos dolores de cabeza nos está causando últimamente y a su evolución reciente frente a otros países.

La deuda pública de España está en torno al 70% del PIB -ligeramente más baja que la de los socios europeos-, y el interés promedio está en torno al 4%-5%, bastante moderado y perfectamente asumible (se paga el equivalente a un 3% del PIB y un 6% del gasto total de la administración pública). Además, la deuda pública en euros no va a bajar en España ni tampoco en ningún país puesto que sería necesario arrojar superávit público para lo cual es condición necesaria -aunque no suficiente- tener un fuerte crecimiento económico, circunstancia que obviamente no se da ni se va a dar a corto plazo; de hecho, en los últimos 31 años (1980-2011) únicamente tuvieron superávit España durante 3 años (superávit acumulado sobre PIB, 5%), Alemania (3 años y 2%), UK (4 años y 4%) y Japón (4 años del 89 al 92, antes de su crisis, con un ahorro del 6%), y por el contrario no tuvieron superávit ni un sólo año en este mismo periodo Italia, Francia y USA.

En este sentido conviene recordar que la deuda pública como porcentaje del PIB sólo se reduce cuando hay mucho crecimiento económico y el PIB sube más que la deuda pública. España –únicamente- logró bajar su porcentaje de deuda sobre PIB del 56% al 2001 al 36% en el 2007. Ninguno de nuestros socios europeos (y alguna otra gran potencia económica) bajó su ratio de Deuda/PIB en los últimos 12 años. Sólo España lo consiguió.

Con todo esto parece, no obstante, que las actuales perspectivas deberían ser mejores que las que hemos tenido en los años anteriores 2007-2011. De los datos de los últimos 12 años (desde el 2000), la deuda pública de España es la que más garantías ha ofrecido a los inversores debido al poco déficit y poco nivel de deuda, comparado con nuestros socios europeos. Por lo tanto, el problema de la deuda pública de España no es tanto su tamaño sino el ritmo de crecimiento del déficit derivado de la caída de los ingresos y el aumento desmesurado del gasto. Con estas, España se está empleando a fondo en reducir el gasto público, lo que producirá inevitablemente una bajada del PIB. Cierto. Pero parece que no hay más remedio, porque ahora no nos prestan y nos toca ajustarnos el cinturón.

Pero los mercados parecen estar obsesionados con la situación actual y olvidan que la inversión en bonos del estado es a 10 años y que por lo tanto se deberían analizar las perspectivas a 10 años. Si lo hicieran así, en vez de estar pendientes de la última mini notica, nos ahorraríamos grandes dosis de volatilidad, incertidumbre y miedo, que paralizan nuestra economía. Se impone, por tanto, el reto de desterrar el miedo para lo cual es preciso presentar un escenario plurianual –a medio plazo- creíble sobre las finanzas de nuestro país, con objetivos razonablemente alcanzables en un contexto de recesión como el actual, que transmitan tranquilidad a nuestros acreedores y a los españoles, y den respuesta a las preguntas de cómo y cuándo se va a estabilizar la ratio de Deuda/PIB. Ahora bien, parece claro que si realmente queremos resolver el problema de la deuda pública hay que frenar el gasto, indiscutible. Pero sobre todo hay que aumentar el PIB. Y las medidas para esto lamentablemente no están en manos de España y los españoles únicamente, sino de Europa.

¡Y por fin una buena noticia!, la canciller alemana, Angela Merkel anunció hace pocos días una “agenda de crecimiento” para Europa y llevará sus nuevas propuestas de crecimiento a la cumbre europea de junio, eso sí, lo hizo solo un día después de declarar “innegociable” el Pacto Fiscal firmado por 25 líderes europeos en marzo. Parece que la canciller alemana está sometida a los mismos vaivenes que los mercados de deuda. Mueve así sus posiciones estancas en cuanto al control estricto del gasto hacia las posiciones del candidato socialista francés, François Hollande, ganador de las elecciones presidenciales francesas del pasado 6 de mayo. Pudiera ser que la victoria de Hollande tenga un efecto colateral para España…

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