El verano ¿un periodo de reflexión sobre la empresa?
El verano supone un periodo de descanso para una mayoría de empresas que prefieren concentrar los periodos vacacionales de sus empleados en estas fechas dado que, por lo general, se produce una disminución significativa de la actividad de muchos sectores.
Por tanto son fechas como sabemos todos de descanso (o todo lo contrario según lo planifique cada uno), viajes, familia, ocio, lectura, etc.
No obstante puede ser también un momento en el que los máximos responsables de las compañías pueden y deben reflexionar sobre las compañías que dirigen. Preguntas como ¿Podemos replantear la estrategia de la compañía? ¿Está funcionando la estrategia actual? ¿Somos efectivos en la implementación práctica de los planes que nos hemos dado? Ante los rigores de la crisis ¿Estamos concentrados sólo en el corto plazo sin mirar más allá de la tormenta? ¿Estamos gestionando bien los recursos de la compañía? ¿Estamos desde el inicio de la crisis pidiendo un esfuerzo continuado e intenso a nuestros profesionales que debe tener límite? ¿Podemos mejorar en el servicio a nuestros clientes? ¿Hay nuevas perspectivas o necesidades que integrar en nuestro portfolio de servicios/productos? ¿Hay amenazas a nuestros servicios/productos que debemos anticipar o por lo menos vislumbrar? ¿Podemos reorganizar la estructura y organización de la compañía para potenciar lo que mejor hacemos y tratar de cambiar lo que sabemos que no funciona? ¿Realmente atacamos a todo el mercado que potencialmente tenemos o nos dejamos áreas sin explorar? ¿Conseguimos que nuestros ejecutivos salgan de sus zonas de confort y acometan nuevos desafíos? ¿Hay ilusión en nuestra compañía? si estamos decreciendo ¿Tenemos un plan a medio plazo para el día después de los ajustes? ¿Hemos diversificado suficientemente las fuentes de ingresos? ¿Qué tal va el ejercicio en curso? ¿Los objetivos establecidos son suficientemente agresivos pero acometibles? ¿Deberíamos redefinirlos en uno u otro sentido de cara al último cuatrimestre?…
Y es que en los periodos restantes del año la actividad empresarial es muy intensa y es muy probable que no tengamos la tranquilidad necesaria para reflexionar sobre todas estas cuestiones. La exigencia del día a día, las complicaciones de la gestión cotidiana y el torrente de toma de decisiones necesarias hacen que muchas veces no podamos ver, ni siquiera vislumbrar, no ya el largo plazo sino también el medio. Nos sentimos como en la vorágine de un partido de tenis y todo el esfuerzo se concentra en devolver la pelota que nos envía el contrario sin poder pensar mucho sobre donde colocarla, como va el juego y la estrategia del set y no digamos ya en sobre cómo ganar el partido. Devolvemos la pelota como sea y a esperar el nuevo envío del contrario (o del mercado y la competencia en nuestro caso).
Y esta sensación de urgencia se ha incrementado con la problemática de la crisis y sus miserias en el mundo de la empresa. La intensidad de la crisis, la larga duración de este periodo de depresión, el cansancio mental que todo esto supone para los profesionales de las compañías no ha hecho sino intensificar la importancia del corto plazo (hay que asegurar un nivel mínimo de ingresos – y cash – para poder mantener la estructura a flote) y disminuir el interés o la atención en el medio plazo (prevalece la filosofía de que sin salvar el corto puede no haber medio plazo lo que desafortunadamente está siendo cierto para muchas pymes españolas). Y sin embargo es obligación de los ejecutivos mirar más allá…
Ciertamente hay muchos profesionales que suelen decir que las mejores ideas, las reflexiones mas atinadas, los momentos de inspiración (que también son necesarios en el mundo de la empresa) suelen surgir fuera del día a día de la oficina. En ocasiones las decisiones requieren de una distancia, de una tranquilidad de la que carecemos normalmente. Las apretadas agendas, las reuniones maratonianas, las presiones de los cierres mensuales, las desviaciones sobre el presupuesto, la continua revisión de los costes y sus renegociaciones, la resolución de la problemática diaria, las dificultades en el cobro de clientes, la presión en el pago a proveedores, el mantenimiento del equilibrio de la estructura financiera de la compañía, la prevalencia en definitiva de lo urgente sobre lo importante impiden planteamientos más globales y estratégicos o, al menos, tácticos.
De alguna manera el verano puede funcionar como un periodo de liberación y cierta catarsis que permita reorientar aspectos sustanciales de la organización y estrategia de la empresa.
En todo caso para aquellos que no lo vean igual lo que seguro es positivo es aprovechar estas fechas para olvidar el estrés, descansar y retomar el «curso empresarial» con ilusiones renovadas, algo más de optimismo y porque no, nuevas ideas a implementar. El clima general de la empresa y las oportunidades que se puedan generar a medio y largo plazo se lo agradecerán, aunque es posible que su pareja o familia opinen otra cosa…
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